Cap. 2: Asedio (parte 5)
Teniendo en cuenta las circunstancias, Koga se está comportando. Sentado en la sala de espera como un buen chico, aguarda con paciencia aparente a que el médico salga de la habitación de Kaoru y le diga cómo está. Así es como ha decidido recompensar a la amable enfermera que también le ha informado que su amada se halla ya fuera de peligro.
No entiende por qué ella se ha tomado una sobredosis de somníferos. O sí. Quizá la tensión de estos días ha sido la gota que ha colmado el vaso. El mismo reconoce que no hay nada en el futuro que le otorgue alguna esperanza de mejoría. Pero la perspectiva de la pérdida de Kaoru es más de lo que él puede soportar en este momento. Tiene que ocuparse más de ella, transmitirle su fuerza. O lo que queda de ella.
Cuando el reloj de la sala indica que ya ha esperado media hora, Koga se dirige a la habitación y entra sin resquemor alguno.
Nadie. Ni médico, ni paciente.
La enfermera amable no encuentra a un Koga conformista esta vez. Por mucho que ella jure que vio al doctor Shimizu entrar, él le echa en cara que no quisiera decirle dónde están, íntimamente convencido de que se ha llevado a Kaoru para hacerle alguna de sus infames pruebas contra su voluntad. El tono exigente de Koga le deja claro a la pobre enfermera que a él no le preocupa en absoluto montar un número allí mismo.
Por fortuna para ella, el doctor Shimizu llega en aquel momento, sólo y ojeando lo que podría ser el historial de un paciente. Koga se precipita hacia él y le agarra una solapa de la bata verde, obligándolo a detenerse y a mirarlo.
–¿Dónde está mi mujer?
Luchan con las miradas. El médico parece decidido a hacerle perder la paciencia.
–En su habitación, descansando del tratamiento.
–¡Mentira!
–¡Suélteme! –El médico logra deshacerse del indeseado agarrón–. Y no tiene derecho a llamarme mentiroso.
–¿Dónde se la ha llevado? ¿Se ha salido con la suya por fin?
El doctor Shimizu ignora a Koga y se dirige a la sorprendida enfermera.
–¿Por qué cree este hombre que la señora Saejima no se halla en su habitación?
–Yo... doctor, yo creí que usted estaba allí con ella.
–No, iba a verla ahora.
Los tres entran ahí, y quedan en silencio por dos segundos.
–Señorita Kobe, avise a Seguridad de que la paciente de... ¿pero qué hace?
Koga está cacheando al médico con muy poco disimulo.
–¡Déjeme en paz!
–¿Le han herido últimamente? –Koga continua con la suya, substituído su enojo por alarma–. ¿Alguien le ha dado un pinchazo? ¿Le han...?
–¿De qué está hablando? ¡Suélteme!
Koga no hace caso y se dirige a la enfermera.
–Dígale a Seguridad que no deje salir al doctor Shimizu del hospital, que no lo detenga sólo un agente, es muy peligroso.
Médico y enfermera lo miran como si estuviese loco.
–¡Hágalo! –ruge él.