Capítulo 2 : Enfrentándose a la verdad
– Casa de los Saejima. Dígame –le dice Gonza al antiguo auricular.– ... No creo que el señor Koga pueda ponerse en este momento, señorita... ¿Una urgencia? Lo intentaré.
Deja el auricular sobre el mueble y se dirige al jardín, donde Koga se halla agachado tratando de encontrar un rastro.
– Perdone, señor. La señorita Jabi quiere hablarle con extrema urgencia.
El joven lo mira con cierta molestia. Suspira, se levanta y se encamina hacia el teléfono.
– Jabi... ¿Cómo?... Y además Kaoru ha desaparecido... Yo tampoco creo que sea una casualidad... Me pregunto cómo han podido secuestrarle sin que nos enterásemos. El cerrojo de la puerta no está forzado... ¿Cómo va a irse por propia iniciativa en plena noche y en camisón?...
Zaruba interviene.
– Recuerda que Kaoru está muy rara.
Su dueño tapa el micrófono con la mano en que lo lleva y le susurra fuerte.
– ¡Cállate de una vez!
Prosigue su conversación telefónica.
– Y tú, ¿estás bien?... Me alegro que se pueda recurrir al Fuego Guía en tales casos. Supongo que ha sido posible porque pasó poco tiempo entre el desgarro y el tratamiento... ¿Un anestésico?... En resúmen, por alguna parte hay un Bariri disfrazado de ti y que nos lleva cinco horas de ventaja... De acuerdo.
Tras colgar se enfrenta a Zaruba, pero antes que pueda articular palabra, el anillo se le anticipa.
– Sé que no te gusta lo que dije, pero las circunstancias te obligan a estar más abierto a otras posibilidades.
– Me niego a admitir que haya ni un ápice de maldad en Kaoru.
– Hay otras posibles razones –trata de apaciguarlo Zaruba.– Una influencia de malas compañías, del trabajo por ejemplo. ¿Y si la hubiesen convencido para salir... cómo lo llaman... de copas?
– ¿A escondidas? –Su excepticismo es patente.
– ¿Por qué no, si se arriesga a que te pases un mes entero enfurruñado?
Pausa. Zaruba aprovecha este momento de reflexión de su dueño.
– Por favor, piénsalo: ¿se ha comportado normalmente las últimas semanas?
– Está embarazada.
– Te desafío a que vayas a una biblioteca y leas un libro sobre psicología del embarazo. Y luego, a que me digas que ver las auras, salir de noche sola “porque sí”, sabiendo lo mucho que te preocupas por ella, y negarse a decirte dónde va, cuando siempre lo ha hecho de buen grado, son cambios normales en las embarazadas.
El nuevo silencio da pie a Zaruba para rematar su desafío.
– Además, no tienes derecho a poner en duda mis percepciones. Puede ser adquirido o no, pero hay algo demoníaco en ella.
Koga se arranca el anillo del dedo y se dirige veloz a guardarlo en su caja.
Se sienta en un sillón, con los codos sobre las rodillas, y tapándose la cara con las manos.
Deja el auricular sobre el mueble y se dirige al jardín, donde Koga se halla agachado tratando de encontrar un rastro.
– Perdone, señor. La señorita Jabi quiere hablarle con extrema urgencia.
El joven lo mira con cierta molestia. Suspira, se levanta y se encamina hacia el teléfono.
– Jabi... ¿Cómo?... Y además Kaoru ha desaparecido... Yo tampoco creo que sea una casualidad... Me pregunto cómo han podido secuestrarle sin que nos enterásemos. El cerrojo de la puerta no está forzado... ¿Cómo va a irse por propia iniciativa en plena noche y en camisón?...
Zaruba interviene.
– Recuerda que Kaoru está muy rara.
Su dueño tapa el micrófono con la mano en que lo lleva y le susurra fuerte.
– ¡Cállate de una vez!
Prosigue su conversación telefónica.
– Y tú, ¿estás bien?... Me alegro que se pueda recurrir al Fuego Guía en tales casos. Supongo que ha sido posible porque pasó poco tiempo entre el desgarro y el tratamiento... ¿Un anestésico?... En resúmen, por alguna parte hay un Bariri disfrazado de ti y que nos lleva cinco horas de ventaja... De acuerdo.
Tras colgar se enfrenta a Zaruba, pero antes que pueda articular palabra, el anillo se le anticipa.
– Sé que no te gusta lo que dije, pero las circunstancias te obligan a estar más abierto a otras posibilidades.
– Me niego a admitir que haya ni un ápice de maldad en Kaoru.
– Hay otras posibles razones –trata de apaciguarlo Zaruba.– Una influencia de malas compañías, del trabajo por ejemplo. ¿Y si la hubiesen convencido para salir... cómo lo llaman... de copas?
– ¿A escondidas? –Su excepticismo es patente.
– ¿Por qué no, si se arriesga a que te pases un mes entero enfurruñado?
Pausa. Zaruba aprovecha este momento de reflexión de su dueño.
– Por favor, piénsalo: ¿se ha comportado normalmente las últimas semanas?
– Está embarazada.
– Te desafío a que vayas a una biblioteca y leas un libro sobre psicología del embarazo. Y luego, a que me digas que ver las auras, salir de noche sola “porque sí”, sabiendo lo mucho que te preocupas por ella, y negarse a decirte dónde va, cuando siempre lo ha hecho de buen grado, son cambios normales en las embarazadas.
El nuevo silencio da pie a Zaruba para rematar su desafío.
– Además, no tienes derecho a poner en duda mis percepciones. Puede ser adquirido o no, pero hay algo demoníaco en ella.
Koga se arranca el anillo del dedo y se dirige veloz a guardarlo en su caja.
Se sienta en un sillón, con los codos sobre las rodillas, y tapándose la cara con las manos.
* * *
Kaoru no se imaginaba que el mundo de los horrores fuese tan desolado, tan... Es como si aquí operasen terribles vientos que erosionasen sólo superficies, dejando ángulos y aristas tan agrestes como si hubiesen sido cortados en ese mismo momento de la placa continental, o de lo que fuera que tuviesen aquí.
Jabi pierde su forma, convirtiéndose en un horror Bariri. Éste le dice algo, pero entre los poderes que le ha transferido su hijo no está el de entender la lengua de los horrores.
Kaoru ve llegar una inmensa nube negra con curiosidad, formada por infinidad de diminutos puntos. A medida que se acerca advierte que se trata de horrores alados, cientos de ellos. Unos pocos de sus componentes aterrizan, dicen algo, y tres de ellos proceden a agarrarla de las axilas y los muslos, de forma que la elevan casi sentada. El vuelo produce contactos en sus partes íntimas, pero a ella ya han dejado de importarle estas cosas. Hay algo que le interesa más: ¿qué quiso decir la falsa Jabi con que “esperaban a su Reina”?
El vuelo parece interminable. Y volvió a parecerlo tras que descendieran al subsuelo por un muy amplio túnel excavado en roca y entraran en un paisaje totalmente distinto.
Las montañas más altas tocan el cielo de roca, y tienen la virtud de licuarlo poco a poco, generando grandes ríos de aguas achocalatadas que, al parecer, alimentan una vegetación espinosa y de color blancuzco. Pequeños bosques sirven de cobijo a multitud de horrores perchados en las nudosas ramas de árboles también espinosos. No hay edificios, pero sí extrañas formaciones rocosas flotando en el aire en lenta rotación, con la parte superior cónica; de vez en cuando sueltan rayos que se dirigen a lugares muy concretos del extraño paisaje. El grupo se dirige a una de estas formaciones, pero sólo Kaoru y dos de los Bariri entran en ella. Dentro les espera un Bariri en forma humana.
– Bienvenida, mi Reina. Soy el sumo sacerdote del Templo de Meshia y es mi obligación, y mi placer, servirte y guiarte por éste, tu nuevo mundo.
– No es lo que yo llamaría bonito –Kaoru no disimula una mueca de disgusto.
– Porque tu punto de vista es aún humano.
– Veremos. Infórmame, sacerdote, si ésta es tu misión. ¿Por qué se supone que soy vuestra Reina?
– Estás aquí para serlo. Tú fuiste el receptáculo escogido por Meshia cuando despertó de su largo sueño. Sus marcadores genéticos permanecen en ti. No será difícil reactivarlos.
– ¿Queréis convertirme en Meshia?
– Hemos heredado sus conocimientos. Puede hacerse y se hará.
– ¡Ni hablar! –grita Kaoru.– ¡No permitiré que me convirtáis en un conejillo de índias! ¡No voy a someterme a más experimentos médicos! ¡Os habéis equivocado de Reina!
– Mi Reina, hablas por la experiencia humana. Nosotros sabemos lo que hacemos. Meshia desarrolló impresionantes poderes. Su sangre no es normal, y tiene unas virtudes transformadoras que no te puedes imaginar.
– ¿Qué te asegura que va a ser compatible con la mía?
– Tu embarazo. Gracias a él, tu cuerpo ya ha aceptado ADN nuestro: el primer paso ya está hecho.
– Por eso ha sido necesario convertir a mi hijo en un horror...
– Y porque habría sido muy difícil traerte hasta aquí sin su maligna influencia. En ese caso habríamos tenido que obligarte, con riesgo de hacerte abortar.
– Entiendo. Pero hay algo que “tú” no pareces entender. Mi experiencia como portadora de Meshia, por decirlo de alguna manera, me anuló por completo. Mi nombre es Kaoru, y quiero seguir siéndolo, ¡que te quede bien claro!
– Comprendo tus reticencias –la quiso apaciguar.– Aquello fue una posesión, en la cual la consciencia del poseído sólo puede ser expectadora en el mejor de los casos. Sin embargo, lo que nosotros te proponemos es una fusión: dos seres se combinan y serán uno solo. No perderás a Kaoru, mi Reina, sinó que ganarás a Meshia.
– ¿Cuántas veces se ha hecho ésto?
– Con la sangre de Meshia siendo tan poderosa como lo es ahora, una vez: dio la inmortalidad y grandes poderes a Kiva, aunque fue una transferencia muy limitada. Kiva no sólo conservó su plena individualidad, sinó que temía tanto a la Reina que logró hechizarla.
– ¿Kiva la traicionó?
– Así es. Tras conseguir llamar su atención al devorar una cantidad ingente de nosotros, él se ofreció a sí mismo como aliado que operaría desde el mundo humano. Entonces, ella le concedió parte de sus genes y él la sumió en la inconsciencia.
– ¿Y renunció al mundo humano?
– Claro que no. Pero mientras él se ocupaba de Meshia los humanos clausuraron el Templo de las Tinieblas, y con él desapareció el portal.
– Pero los horrores han aparecido en el mundo humano por milenios.
– La consistencia de tales accesos los hace impenetrables para espíritus mayores y humanos. Por fortuna, ahora podemos volver a disponer del Templo de las Tinieblas. –Fija unos ojos decididos e inmisericordes en Kaoru.– Es hora que reclames tu corona, mi Reina.
Pero Kaoru aún duda. ¿Y si la engañan y queda nuevamente poseída?
– Es. La. Hora. –El sacerdote horror es inexorable.
Ella traga saliva. Él hace una señal a sus acompañantes y vuelven a cogerla para otra sesión de transporte aéreo. Ahora él, recobrada su forma original, acompaña al grupo. Sólo el temor a caer impide que Kaoru forcejee. Cuando la dejan en el suelo ya ha decidido resistirse.
De nada sirve. La ponen entre las ramas de un arbusto espinoso que hay en el centro de una explanada de tierra grisácea y la mantienen allí. Las espinas se clavan en su carne, profundamente. Grita. Se da cuenta que estas espinas también vierten algo dentro de las heridas. Se siente mal, muy mal.
Tras quedar inconsciente, su transformación emprende la etapa más dura.
Jabi pierde su forma, convirtiéndose en un horror Bariri. Éste le dice algo, pero entre los poderes que le ha transferido su hijo no está el de entender la lengua de los horrores.
Kaoru ve llegar una inmensa nube negra con curiosidad, formada por infinidad de diminutos puntos. A medida que se acerca advierte que se trata de horrores alados, cientos de ellos. Unos pocos de sus componentes aterrizan, dicen algo, y tres de ellos proceden a agarrarla de las axilas y los muslos, de forma que la elevan casi sentada. El vuelo produce contactos en sus partes íntimas, pero a ella ya han dejado de importarle estas cosas. Hay algo que le interesa más: ¿qué quiso decir la falsa Jabi con que “esperaban a su Reina”?
El vuelo parece interminable. Y volvió a parecerlo tras que descendieran al subsuelo por un muy amplio túnel excavado en roca y entraran en un paisaje totalmente distinto.
Las montañas más altas tocan el cielo de roca, y tienen la virtud de licuarlo poco a poco, generando grandes ríos de aguas achocalatadas que, al parecer, alimentan una vegetación espinosa y de color blancuzco. Pequeños bosques sirven de cobijo a multitud de horrores perchados en las nudosas ramas de árboles también espinosos. No hay edificios, pero sí extrañas formaciones rocosas flotando en el aire en lenta rotación, con la parte superior cónica; de vez en cuando sueltan rayos que se dirigen a lugares muy concretos del extraño paisaje. El grupo se dirige a una de estas formaciones, pero sólo Kaoru y dos de los Bariri entran en ella. Dentro les espera un Bariri en forma humana.
– Bienvenida, mi Reina. Soy el sumo sacerdote del Templo de Meshia y es mi obligación, y mi placer, servirte y guiarte por éste, tu nuevo mundo.
– No es lo que yo llamaría bonito –Kaoru no disimula una mueca de disgusto.
– Porque tu punto de vista es aún humano.
– Veremos. Infórmame, sacerdote, si ésta es tu misión. ¿Por qué se supone que soy vuestra Reina?
– Estás aquí para serlo. Tú fuiste el receptáculo escogido por Meshia cuando despertó de su largo sueño. Sus marcadores genéticos permanecen en ti. No será difícil reactivarlos.
– ¿Queréis convertirme en Meshia?
– Hemos heredado sus conocimientos. Puede hacerse y se hará.
– ¡Ni hablar! –grita Kaoru.– ¡No permitiré que me convirtáis en un conejillo de índias! ¡No voy a someterme a más experimentos médicos! ¡Os habéis equivocado de Reina!
– Mi Reina, hablas por la experiencia humana. Nosotros sabemos lo que hacemos. Meshia desarrolló impresionantes poderes. Su sangre no es normal, y tiene unas virtudes transformadoras que no te puedes imaginar.
– ¿Qué te asegura que va a ser compatible con la mía?
– Tu embarazo. Gracias a él, tu cuerpo ya ha aceptado ADN nuestro: el primer paso ya está hecho.
– Por eso ha sido necesario convertir a mi hijo en un horror...
– Y porque habría sido muy difícil traerte hasta aquí sin su maligna influencia. En ese caso habríamos tenido que obligarte, con riesgo de hacerte abortar.
– Entiendo. Pero hay algo que “tú” no pareces entender. Mi experiencia como portadora de Meshia, por decirlo de alguna manera, me anuló por completo. Mi nombre es Kaoru, y quiero seguir siéndolo, ¡que te quede bien claro!
– Comprendo tus reticencias –la quiso apaciguar.– Aquello fue una posesión, en la cual la consciencia del poseído sólo puede ser expectadora en el mejor de los casos. Sin embargo, lo que nosotros te proponemos es una fusión: dos seres se combinan y serán uno solo. No perderás a Kaoru, mi Reina, sinó que ganarás a Meshia.
– ¿Cuántas veces se ha hecho ésto?
– Con la sangre de Meshia siendo tan poderosa como lo es ahora, una vez: dio la inmortalidad y grandes poderes a Kiva, aunque fue una transferencia muy limitada. Kiva no sólo conservó su plena individualidad, sinó que temía tanto a la Reina que logró hechizarla.
– ¿Kiva la traicionó?
– Así es. Tras conseguir llamar su atención al devorar una cantidad ingente de nosotros, él se ofreció a sí mismo como aliado que operaría desde el mundo humano. Entonces, ella le concedió parte de sus genes y él la sumió en la inconsciencia.
– ¿Y renunció al mundo humano?
– Claro que no. Pero mientras él se ocupaba de Meshia los humanos clausuraron el Templo de las Tinieblas, y con él desapareció el portal.
– Pero los horrores han aparecido en el mundo humano por milenios.
– La consistencia de tales accesos los hace impenetrables para espíritus mayores y humanos. Por fortuna, ahora podemos volver a disponer del Templo de las Tinieblas. –Fija unos ojos decididos e inmisericordes en Kaoru.– Es hora que reclames tu corona, mi Reina.
Pero Kaoru aún duda. ¿Y si la engañan y queda nuevamente poseída?
– Es. La. Hora. –El sacerdote horror es inexorable.
Ella traga saliva. Él hace una señal a sus acompañantes y vuelven a cogerla para otra sesión de transporte aéreo. Ahora él, recobrada su forma original, acompaña al grupo. Sólo el temor a caer impide que Kaoru forcejee. Cuando la dejan en el suelo ya ha decidido resistirse.
De nada sirve. La ponen entre las ramas de un arbusto espinoso que hay en el centro de una explanada de tierra grisácea y la mantienen allí. Las espinas se clavan en su carne, profundamente. Grita. Se da cuenta que estas espinas también vierten algo dentro de las heridas. Se siente mal, muy mal.
Tras quedar inconsciente, su transformación emprende la etapa más dura.
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