dijous, 2 de setembre del 2010

GARO Fanfic – La llamada de la sangre, 5.

    
Cap.  5 : Jaque a la Reina


Las revelaciones del ente luminoso hizo que los cuatro humanos ensombrecieran sus rostros. La principal imputada los mira con evidente desprecio, como si estuviera oyendo tonterías y siendo testigo de que los otros las creen. No le da tiempo a hacer ningún comentario irónico, como pretende, pues el ser luminoso vuelve a dirigirse a su audiencia.

– ¿Os parece llegado el momento de empezar a aligerar el peso que oprime a vuestra especie?

– Sin duda –responde Jabi en seguida.

El grito de Meshia retumba en la sala.

– ¡Los esclavos se callan!

De repente, los horrores atacan a los caballeros y a Jabi, en absoluta minoría. Meshia aprovecha la confusión para volver a intentar abrir el portal del templo. Pero no puede moverse. Y, poco a poco, los horrores van cayendo víctimas de una inexplicable somnolencia. Meshia y los cuatro algo maltrechos humanos se dan cuenta entonces que hay seis seres luminosos más sobre ellos.

Pero Meshia no se rinde. Logra abrir el portal con el único concurso de su mente. Sólo entonces se da cuenta que sus músculos no son los únicos inmobilizados: su cuerpo está completamente aislado del entorno. Una red invisible, pero real, la rodea y la fija donde está.

Nuevo intento. Su cuerpo empieza a crecer con la fuerza de su super biología. Consigue absorber la red. Sin embargo, los siete seres luminosos empiezan a lanzarle una serie de filamentos de luz violácea que drenan su energía, despacio. Un estallido de luz rojiza llena la sala por efecto de la incandescencia del cuerpo de Meshia, pero disminuye de intensidad hasta que desaparece. Poco después ella vuelve a su tamaño humano y cae al suelo, vencida por el agotamiento.

– ¡Kaoru!

Koga, que había escuchado con gran interés la exposición del ser flotante, y ya con esperanzas de escapar al espantoso destino que Meshia iba a imponerle, se sorprende mucho al ser capaz de captar el miedo creciente de aquella que le quiere tanto mal. Sube a la plataforma junto a ella e intenta ayudarla a levantarse, pero los filamentos luminosos continuan haciendo su trabajo.

– Dejadla ya –les dice a sus inesperados salvadores.

– ¡Apártate de ella, no seas loco! –grita Tsubasa, subiendo también a donde está la pareja.

Pero Koga no escucha. Sólo tiene ojos para la sonrisa que ella le hace. La sonrisa agotada de Kaoru. No se engaña: sabe que ellas dos siguen siendo un solo ser, pero también ella sabe que él es el único de quien puede esperar algo de apoyo ahora.

– El portal está abierto –le murmura ella– ayúdame a cruzar al otro lado.

– ¿Cómo?

– Corta los filamentos con tu espada.

– Mi espada se forjó para lidiar con energías muy distintas. No funcionará.

– Lo sé. –Ella toma el rostro de él entre sus manos y lo besa brevemente.– Pero ahora he visto que, a pesar de todo, me sigues amando y lo harías todo por mí.

– Tú no entiendes de amor –Su voz es tan triste como determinante.

– Gracias a Kaoru estoy recordándolo. Yo sabía mucho de amor. Era algo omnipresente cuando yo servía en éste templo.

– Entonces, ¿cómo pudiste olvidarlo?

– No me di ni cuenta.

– Le diste la espalda conscientemente, Emersie –interrumpe uno de los seres luminosos–. Cuando trataste de convencer a tu hija para que prosiguiera tu obra destructora en nuestro mundo, y ella se negó. Su alma permanecía incontaminada, y tu quisiste interpretar éso como una traición a tu persona: ahí fuiste consciente por primera vez del ego, que te venció. Desde entonces sólo eres ego, no te engañes a ti misma.

– Basta de hablar del pasado –concluye ella, ignorando a su etéreo acusador y dirigiéndose a Koga–. Escúchame, no puedes permitir que me maten, lo sabes.

Él nota una mano que se posa sobre su hombro con firmeza.

– No la escuches más –dice Tsubasa–. Sólo le importa su propio pellejo, y no dudará en sacrificarte a ti. No es Kaoru.

Koga le mira. Sabe que es inútil decirle que sí lo es.

– Sé que me sacrificaría –le replica– pero no de la forma que crees.

Se levanta y se dirige a los siete seres flotantes.

– ¿Qué vais a hacer con ella?

– La sangre de ambas se ha trabado de tal manera que no será posible separarlas hasta que mueran –responde uno–. Hasta entonces, procederemos con otro tipo de cirugía. Arrancaremos el alma de Emersie del cuerpo de Kaoru y separaremos tanto de su mente como sea posible. Desactivaremos tanta de su aportación genética como el funcionamiento de Kaoru como ser integral lo permita. Luego, para evitar los efectos indeseables de lo que permanezca en sus cuerpos sutiles, deberá ser sometida al Fuego Transmutador durante un cierto tiempo.

El silencio que sigue es pronto interrumpido por Jabi.

– ¿Podéis hacer todo éso?

– Con vuestra ayuda, si. Emersie sabe que es posible.

– ¿Cuáles serán las consecuencias para Kaoru? –interviene Koga.

– El riesgo es grande. Otra de las razones por las cuales necesitamos vuestra ayuda es que, siendo vosotros de su misma especie y parecida vibración, adaptaréis nuestro flujo energético a uno tolerable para ella. Aún así, el proceso es complicado y algunas cosas pueden fallar. Incluso si todo marcha bien, quedarán secuelas de la fusión.

Definitivamente, admite Koga por fin, la Kaoru que él conoce ha desaparecido. En el mejor de los casos estará cambiada. ¿Hay que seguir adelante con el plan? ¿No sería mejor liberarlas a ambas? Mira a la medio tendida mujer con profunda compasión y vuelve a agacharse a su lado.

Ella le agarra la solapa de la gabardina para intentar ponerse más derecha.

– ¡Quiero vivir! –Su petición es a penas un susurro–. El portal está abierto: sólo has de levantar tu brazo en el aire mientras mi mente te ayuda, ¡y estaremos a salvo al otro lado! –El endurecimiento en los ojos de él la hace cambiar de táctica–. Tú no sabes lo que puedo hacer por ti: las armaduras de los Caballeros Makai son una invención mía. ¡Te dotaré de un poder como nunca has tenido!

– Ya no oigo a Kaoru –dictamina con frialdad el caballero– tu ansiedad la ha desterrado, y así continuará si hago lo que dices.

– ¡Éso no es cierto! Lo único que queremos las dos es lo que nos pertenece por derecho: la vida. Te ofrezco todo lo que tengo a cambio de poder sobrevivir, ¿es tan sorprendente? Yo nunca antes tuve que negociar con nadie, pero ahora hay que hacerlo y lo hago. Lo que te estoy ofreciendo deja intacto a mi ser, y no tiene sentido que pienses que luego romperé mi palabra. ¿No quieres que vivamos juntos?  Oh, vamos, ¿qué crées que pretendía cuando fui a buscarte a tu casa? Meshia no te necesita, pero Kaoru sí.

El trata de no olvidar que ella sólo quiere acrecentar sus dudas para escapar de su destino. Recuerda que Kaoru, en una ocasión, le rogó que la matara porque no quería causarle más problemas. Kaoru ha huído. Tiene muy pocas posibilidades de desarrollarse como ser humano con Meshia ahí. Cuanto menos de ella haya, más oportunidades tendrá Kaoru. Se dirige a los seres luminosos poniéndose nuevamente en pie.

– ¿Qué tenemos que hacer?

– ¡No!

El grito de la desdichada se oye ahora con claridad. Se agarra a la pierna de él con desesperación. Koga la mira, sin acertar a disimular su desasosiego. Esos ojos bellos y suplicantes, el riesgo de que muera; saber que, suceda lo que suceda, la perderá. A pesar de que siente a su corazón rompiéndose, comprende que ya sólo puede aspirar a guardar su alma.

– Necesitamos vuestro poder de Caballeros Makai –responde uno de los luminosos forasteros–. Invocad a vuestra armadura y al Fuego Guía. Colocáos en la plataforma alrededor de ella. Jabi, tú deberías ser capaz de formar con el fuego de los tres un triángulo, y mantenerlo. Si todo a bien, el triángulo se convertirá en prisma y encerrará a Emersie. Jabi, procura mantener íntegra esa jaula: ten en cuenta que habrá variaciones en la intensidad, calidad y tipo de energía, según se requiera. Caballeros, ésto exigirá de vosotros ser capaces de soportar estas energías, y puede que alguno se sienta flaquear. Debéis manteneros incólumes.

– Señor –añade Rei– supongo que sabes que nuestra armadura tiene un tiempo limitado de uso.

– Lo tiene en circunstancias normales. Las energías que vamos a utilizar son divinas y contrarrestarán su naturaleza demoníaca.

– Entonces –inquiere Jabi– ¿no sería mejor prescindir de ellas?

– Vuestros cuerpos humanos sucumbirían a la intensidad. Por éso tú, Jabi, no puedes ponerte con ellos y tienes otra misión.

Rei y Jabi se unen a Koga y a Tsubasa en el altar. Koga, que a medida que el ser luminoso hablaba había notado que Meshia le agarraba la pierna cada vez más debilmente, se aparta de ella. Los tres se colocan. Jabi queda en el exterior de lo que ha de ser el triángulo. Los caballeros invocan a sus armaduras. Se acoplan.

Desde el suelo, la mujer del centro levanta sus brazos hacia Koga, como si le llamase a su lado. Casi inmediatamente él nota como si algo pesado lo hubiese golpeado con fuerza y casi lo tumba, y la armadura empieza a vibrar. Para cuando Rei inmoviliza los brazos de ella, la vibración ya casi ha terminado.

Ella sonríe. És la sonrisa de Kaoru.

– ¿Qué me has hecho? –pregunta el alarmado y enfadado Koga.

– Un regalo –responde ella, enigmática.

– Nada que pueda afectar a tu cometido inmediato –intervienen los seres flotantes–. No te preocupes.

No es un argumento que convenza a ninguno de los humanos presentes. Los forasteros luminosos aceptan explicarse.

– Koga, Meshia destruyó un mundo y debe asumir las consecuencias. De la misma forma, Kaoru y tú os habéis elegido el uno al otro: ella con todas sus circunstancias y naturaleza, y tú con todas las tuyas. Y al hacerlo, habéis creado vuestro propio destino.

– ¿Estáis diciendo –pregunta Koga– que es el destino de Kaoru haberse convertido en Meshia?

– Creer en el azar es tranquilizador porque os exculpa de todo –responde el incorpóreo ser– pero cuanto más dejéis en manos de cualquier factor externo a vosotros mismos, menos poder tendréis para influir en algo, ni siquiera en vuestra propia vida. Tú lo sabes bien, Koga, pues siempre has usado tu poder para vencer las más extremas circunstancias. ¿Por qué te cuesta tanto creer que Kaoru también ha utilizado el suyo?

– No creo que ella haya sido consciente de éso.

– Vuestro mundo está como está porque los humanos usáis vuestro poder sin saberlo.

Jabi se acerca a Koga y le dice casi al oído:

– Me temo que ha sido una treta de Meshia para hacerte dudar. No observo nada raro en tu armadura.

– Entonces sólo me ha enviado energía cinética.

La muchacha suspira.

– Francamente, no sé lo que ha enviado. Su ciencia es desconocida para mí. Todo en ella es raro.

Koga acepta que nada puede hacerse. Por éso ha decidido creer que Kaoru ha interferido y que no habrá consecuencias.

– Tenemos las armaduras puestas y el tiempo pasa –decide al fin en voz alta.– Empecemos.

– Caballeros –dice uno de los seres flotantes– encended el Fuego. Jabi, podrás empezar a combinarlo en cuanto lo hayan hecho.

Tan pronto como los tres fuegos dan signos de mezclarse, de cada uno de los siete seres desciende un rayo verde hacia el triángulo luminoso recién formado, incrementando su intensidad y tiñiéndolo con su color. Mientras, tres haces más suaves de colores azul, amarillo y rosa parte de uno de los seres hacia Jabi.

Un grito de puro terror indica a Koga que Kaoru es consciente de lleno de lo que va a suceder, y duda. Jabi se da cuenta y le advierte.

Poco después que la jaula luminosa se cerrara y la energía inundara su interior, la intensificación del rayo verde coincide con el chillido desgarrador de un ser torturado. Koga pierde parte de su determinación.

– ¡Koga! –grita Jabi, con un timbre alarmante– ¡Por favor!

El no se da cuenta, pero ella sí: otro rayo triple azul, amarillo y rosa, desciende hacia él y, poco a poco, recupera su fuerza y los gritos ya no lo influyen en su tarea.

La luz azul sustituye a la verde en el tratamiento. Meshia deja de gritar. Luego la luz rosa le sigue y, finalmente, la violeta. Ninguno supo en qué momento la víctima se sumió en la inconsciencia.

*   *   *

La sala está a oscuras. Los seres luminosos han desaparecido. Los horrores dormidos que llenaban la sala tampoco están, y el portal del templo, cerrado.

Jabi está sentada sobre sus rodillas, con las manos apoyados en el suelo, jadeando.

Los tres caballeros, ya sin sus armaduras, buscan también el apoyo firme del suelo. Rei se agarra el estómago como si fuese a vomitar. Tsubasa parece que vaya a aplastarse la cabeza con sus propias manos. Koga trata de contener los terribles pinchazos que siente en el corazón.

En medio de ellos se halla la solitaria figura de Kaoru, inconsciente, y con el rostro por fin sereno.

Nadie sabe cuánto tiempo ha pasado, pero no les importa. Uno a uno, los cuatro van cayendo víctimas de un sueño reparador.