Capítulo 10: Hora “H”
Con la gentileza de siempre, Gonza la había ayudado a levantarse, y ahora dan una vuelta por el jardín.
– Señorita, está demasiado encerrada, le conviene un poco de aire fresco –le había dicho.
Kaoru sabía que él tenía razón, y aunque le disgustaba desobedecer a Koga, siguió al buen hombre, que sólo quería su bien.
– Hace una temperatura estupenda. Creo que sí me va a sentar bien este paseo.
– Naturalmente. No se preocupe por nada –insiste él.
Que se acercasen a la arboleda no hace sospechar a la joven, ella sabe que Gonza es digno de confianza. Por éso, cuando llegan a los árboles y empieza a acercarse gente, ella se limita a mirarlos con extrañeza.
– ¿Quienes son éstos?
– Han acampado aquí momentáneamente.
– ¿Quieres decir que Koga les ha concedido permiso para hacerlo?
– No exactamente.
El grupo los ha rodeado, cosa que empieza a inquietar a la muchacha, y se agarra con fuerza al brazo de Gonza.
– ¿Qué... qué sucede...?
Él se suelta y dice en voz alta.
– ¡Es ésta! ¡Aquí la tenéis!
– ¿Cómo sabemos que es verdad? –pregunta un hombre con aspecto de oficinista.
Kaoru se niega a creer en las sospechas que empiezan a aflorar.
– Gonza, ¿qué es ésto?
Ignorándola, el supuesto mayordomo responde a aquel individuo.
– Comprobadlo.
Agarra el brazo de Kaoru y le arranca el vendaje. La joven grita de sorpresa y de terror al comprender.
– Sabes que si lo hacemos perderemos el disfraz.
– ¡Qué importa! Ya estamos aquí, y es suficiente.
Las piernas de Kaoru flaquean cuando seis de aquellos seres empiezan a transformarse en horrores como el que la secuestró. Nada puede hacer, salvo gritar de dolor y llorar de indefensión cuando varias antenas se turnan para meterse en la herida de su brazo.
– Un gran hallazgo –oye decir a alguien–. Pero no pensarás que haberla descubierto te da derecho a quedártela, supongo.
– Sería mi derecho –replica “Gonza”– pero tiene los días contados: la biología humana rechaza nuestra signatura.
– Por supuesto, somos especies distintas. Pero que no sepas cómo resolver este pequeño problema nos dice que como líder eres un desastre. Yo me quedaré con ella.
Sentada en el suelo, sucia de tierra y de sustancias extrañas, y ya sin lágrimas que derramar, Kaoru observa estupefacta como aquellos seres pierden todos sus formas humanas y empiezan a gritar y a pelearse. Luchan por ella. No entiende por qué. Quizá debería aprovechar el alboroto para huir hacia la casa. Empieza a moverse, lentamente para no llamar la atención.
Un resplandor extraño tiñe la tarde. Se acerca deprisa. Los horrores cesan en sus disputas. Entre gruñidos de asombro y de rabia, le abren paso hasta ella. El metálico Garo, envuelto en llamas verdes, ha llegado para rescatarla, y ninguno de aquellos seres se arriesga a ser lamido por ellas. Kaoru solloza de alivio cuando se detiene a un par de metros de ella. Le grita.
– ¡Corre!
Ella se pone en pie, tambaleante, y se apresura, pero apenas puede hacer un pequeño trotecillo. Garo se mueve a su alrededor sin pausa, pero pronto se ve obligado a despedir a su armadura.
Él la mira sólo un momento. Sin embargo, ella no puede ignorar que sus manos y su cara exhiben serias quemaduras. De pronto recuerda que él siempre le ha prohibido tocar su armadura porque “quema la piel”.
Los horrores caen sobre ellos. Koga logra encender su espada con el Fuego y continua correteando a su alrededor para protegerla. Pero los enemigos se han armado con cuchillos, piedras, palos, piezas metálicas, y se las arrojan. Koga acierta a rechazar muchos de aquellos proyectiles, pero no puede estar en todas partes al mismo tiempo. Kaoru cae golpeada en la cabeza por una llave inglesa.
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