diumenge, 11 de gener del 2009

GARO Fanfic – Diálogo de sordos (1º cap.)

Fic situado entre los capítulos 12 y 15, ambos inclusive.


El pelapatatas se deslizaba con rapidez y precisión sobre la rugosa superficie del tubérculo hasta dejarlo limpio. Su larga experiencia en la cocina permitía a Gonza tener patatas para tres personas listas para guisar en escasos minutos. Ya había terminado de lavarlas y se disponía a trocearlas cuando unas voces llegaron a sus oídos, voces enfadadas. Otra vez. Pero, ¿qué les pasa a esos dos? Por mucho que supiera de cocina, su experiencia vital no le servía para amortiguar los incidentes, a pesar de ser bastante previsibles, siendo el señor como es.

Gonza se secó las manos y, a medida que se iba acercando, la tensa conversación se oía más y más clara. Nunca había oído hablar en ese tono al señor Koga.

- Entonces, si ese tal Ichiro Sato no es un pintor tan importante, ¿por qué tienes que ir precisamente hoy a su exposición? ¿Por qué diablos no puedes esperar a que cace a ese horror?

Pero la señorita Kaoru, no estaba en mejor disposición.

- ¡Ya te lo he dicho! La inauguración es hoy.

Ella se hallaba frente a la puerta, con el asa de su abultado bolso marrón cruzándole la espalda, lista para irse, y él estaba frente a ella, en la puerta, interceptándole el paso.

- ¿Y qué?

- ¿Cómo que “y qué”? Podría establecer contactos con otros pintores y con gente interesada que podrían serme útiles para organizar mi exposición. No tengo por qué darte más explicaciones.

Él ignoró su comentario.

- ¿Por qué no has ido mientras era de día?

- Porque la inauguración es hoy a las siete de la tarde. ¡Y me vas a hacer llegar tarde!

Ella hizo un amago de pasar por su lado para salir, pero él volvió a interponerse.

- ¡Pues ve en bicicleta! Ese horror se mueve continuamente por la red de transportes subterráneos, ¿por qué piensas que aún no he dado con él? Y encima, tú tienes la maldita costumbre de cruzarte con esas cosas.

- ¡Sí, hombre! Si en metro ya voy a tardar una hora, voy a ir en bicicleta. Estás loco.

- Muy bien, corre a meterte en las fauces del bicho, pero no esperes que yo esté siempre a disposición de tus caprichos.

Se hizo a un lado para permitirle pasar. La señorita Kaoru se acercó, situándose a su lado, hecha una verdadera furia.

- ¿De mis caprichos? No te preocupes, ya me voy. –Abrió la puerta y se situó bajo el umbral.- Ya vendré a recoger mis cosas cuando encuentre otro lugar.

Salió, pero antes de cerrar la puerta oyó:

- ¿Dónde vas a ir? No puedes pagarte alojamiento alguno.

- Para que lo sepas: ¡prefiero vivir bajo un puente que contigo!

La señorita abandonó la casa de un portazo, y con lo puesto. Al mayordomo se le cayó el corazón a los pies. Con lo testarudos que eran tanto la una como el otro, la cosa parecía grave y de difícil solución. Miró a su señor con gran pesar. Sus ojos fijos en la puerta por la que ella se había ido, su enfado desaparecido como de repente. Parecía reconocer que las circunstancias le superaban y que nada podía hacer para cambiarlas. Gonza sabía que estaba sufriendo. ¿Cuándo admitirá que está enamorado?

- Gonza, -habló de improviso- ¿qué es lo que he hecho mal?

Al fiel sirviente le sorprendió la pregunta sobremanera. Realmente la chica le había tocado puntos sensibles. Carraspeó.

- Señor Koga, yo supongo que la señorita Kaoru ha creído que usted no… no respeta sus opiniones.

- ¡Menuda tontería! –su mirada se endureció de nuevo.- Sus opiniones carecen de sentido común, y la muy estúpida está dispuesta a convertirse en el plato favorito de un horror.

- Ella no sabe que lo es, -intervino por primera vez el mordaz Zaruba.

Ignorándolo, Koga se apresuró hacia la puerta y salió con otro portazo. Gonza sacudió la cabeza, impotente.

* * *

Ya fuera del edificio, Koga localizó a Kaoru andando con paso rápido y enfático, a punto de salir de su campo de visión. Ya había oscurecido, los horrores lo tendrían demasiado fácil esta vez.

- Idiota –murmuró, y echó a correr.

De pronto ella se giró, y se apresuro a escapar de su indeseado perseguidor. No tardó él en agarrarle el brazo y obligarla a detenerse.

- ¡Suéltame! –gritó, mientras sacudía su cuerpo para liberarse de su mano, pero lo único que logró fue que la sujetaran dos manos en vez de una.

Ella se enfureció más aún, y logró desprenderse de una de las garras, tras lo cual Koga se vio en el suelo: de alguna manera, ella había logrado agacharse lo suficiente como para empujar una de sus piernas entre las de él y desequilibrarlo. La había subvalorado, pero no volvería a suceder. Desde el suelo, él le cogió uno de sus tobillos cuando se disponía a escapar, haciéndola caer de espaldas sobre el césped con un gemido de dolor. Él se precipitó sobre ella, decidido a proteger a esta mujer incluso contra su voluntad. Su pierna izquierda se dobló sobre los muslos de ella impidiéndole patalear, mientras que sus manos le fijaron los antebrazos contra el mullido suelo. La oyó gruñir de rabia mientras forcejeaba. Estaba inmovilizada, y no tardó en admitirlo.

Koga podía ver ahora su rostro airado, suavemente iluminado por una farola cercana. Su mente saltó de improviso a ese día en que se vio obligado a aceptar el rotundo fracaso de sus intentos de suprimir los sentimientos que, traidoramente, se habían ido despertando en él hacia esta chica que no podía ni verlo. ¿Por qué tenia que ser todo tan complicado? Ese día hasta había arriesgado su propia alma para recuperar la suya. Inaudito. Todo en ese día le obligó a enfrentarse a la verdad. Incluso cuando procedió a devolverle el alma que el excéntrico horror Dantarian le había arrebatado, su concentración se vio alterada por la suave presión de su cuerpo mientras recitaba el hechizo, y su resistencia a despegarse de ella. Y luego, durante la segunda parte del ritual, a pesar que su boca debía limitarse a mantener abierta la de ella para permitir el paso de su extirpada alma impulsada por el aliento vital de la suya propia, no pudo evitar la exquisitez de rozarle los labios.

Era su única oportunidad. Ella ya lo detestaba, y no tenía nada que perder. Kaoru se mantenía a la expectativa, pero en cuanto se dio cuenta de lo que él pretendía reanudó el forcejeo. Koga esperaba que ella volviese la cara en otra dirección, y sorprendentemente no lo hizo, pero apretó la boca con tal fuerza que los labios de él no encontraron a los de ella. Pero el joven trabajó con persistencia sobre la rendija cerrada en que se había convertido la boca de Kaoru. Hasta que por fin él notó que sus brazos y piernas se relajaban, y sus labios empezaron a hacer su aparición. Tan pronto como ella comenzó a corresponder al beso, Koga permitió que su cuerpo se posara sobre el suyo, y se entregó con entusiasmo a la experiencia.

“¡Prefiero vivir bajo un puente que contigo!” Esta frase se infiltró furtiva en su mente en cuanto quiso abandonar la boca de su amada (¿amada?) para empezar a descender por su cuerpo; lo enfrió lo suficiente para volver a poner distancia entre ambos cuerpos.

La vio abrir los ojos como si se despertara de un plácido sueño, con la boca aún semiabierta, y ya sin ira en su mirada. Extrañamente, la fría luz de la farola acentuaba su encanto de una forma casi enfermiza y, acicatados por ésto, sus deseos de seducirla por completo regresaron. Sería tan fácil…